La ciudad que te ha visto crecer
Me perdí en mi ciudad. Bueno, es una forma de decirlo.
Aquellas calles. ¡Había pasado por ellas tantas veces!, aunque con la prisa de la juventud o de la mano de algún adulto que me guiaba.
El paso de los años tiene esta ventaja, tienes tiempo para contemplar.
Y el recorrido se convierte en un mestizaje de recuerdos, donde aparecen los que te dejaron tus padres con los propios, a los que sumar sorprendentes descubrimientos.
Es paradójico, mi ciudad, a la que amo, aparece como un lugar nuevo y viejo al mismo tiempo. Está viva porque permanece en cada uno de sus habitantes.